Por Polina Colette
Lugares donde el alma respira hondo, el silencio tiene texturas y los atardeceres no se ven por la ventana de un tour apresurado, sino sentados, con los pies en el agua o en la tierra. Ésta es la nueva cara del lujo: tiempo, conexión y autenticidad.
Este nuevo enfoque, conocido como slow luxury, redefine el lujo: ya no son los metros cuadrados de la suite, sino la libertad de perderse sin rumbo fijo, de saborear el presente y de reconectar con lo esencial, a través de experiencias que no necesitan WiFi.
Aquí te compartimos cuatro destinos donde el tiempo es el verdadero tesoro, lugares que resisten la prisa y premian la autenticidad. Desde el Caribe menos explorado hasta el hielo del Ártico, pasando por islas mediterráneas y estepas asiáticas, estos rincones celebran una manera más sabia —y elegante— de viajar.
Dominica: la isla del Caribe donde la naturaleza marca el ritmo

Volcanes dormidos, selvas vivas, cascadas que parecen diseñadas para escucharse sin interrupciones. Desde febrero de 2025, United Airlines facilitó su acceso con vuelos directos desde Newark, y todo apunta a que esta isla pasará de susurro a tendencia.
Las playas de arena negra y jardines botánicos de Dominica no necesitan filtro para lucir memorables. Aquí, el lujo tiene aroma a mango maduro, sonido de agua cayendo y sabor a cocina criolla cocinada al ritmo de quien no tiene apuro.
Cerdeña interior: donde cada paso —y el vino— cuentan una historia

Luego está Cerdeña, la que no aparece en las postales, pero que te atrapa con caminos antiguos y pueblos que parecen querer contarte algo, donde la nona amasa el pan, y el vino se sirve con historias. El turismo lento aquí no es tendencia: es ADN.
Proyectos como We Walk in Sardinia te invitan a explorar sin itinerario rígido, descubriendo el arte rural, los saberes que sólo sus habitantes conocen. En Cerdeña, cada paso es parte de una historia que se camina.
Mongolia: cabalgar el silencio bajo cielos infinitos

Mongolia, en cambio, es para quienes entienden que el silencio también se puede cabalgar. Es territorio de cielos inmensos, de estepas que no terminan y de una cultura nómada que enseña que no hay lujo más grande que moverse libre.
Dormir en una ger con el crujido de la leña encendida como banda sonora es algo que no se olvida jamás. Aquí no hay prisa porque el paisaje no tiene final. El verdadero descanso sucede cuando uno deja de buscar señal y empieza a leer el horizonte.
Svalbard: desconexión polar en el confín del mundo

Este archipiélago noruego, al norte del norte, habitado por más osos que humanos, es un manifiesto en favor de la desconexión. No hay carreteras que te distraigan, sólo glaciares, auroras y esa sensación de que estás viendo el planeta como era antes de los likes.
En Svalbard no hay ruido, ni tráfico, ni estrés: sólo la certeza de estar contemplando la Tierra en su estado más puro. Ideal para quienes buscan un turismo contemplativo, introspectivo e inolvidable.
Y entonces sólo sucede: te das cuenta de que los mejores recuerdos no vienen con tachar destinos de la lista. Que el arte puede estar en una cueva, en una danza local o en una taza de té compartida con alguien que no habla tu idioma, pero sí se mueve al mismo ritmo. Que el lujo de hoy no se presume, se vive.
Todos estos destinos tienen algo en común: nos recuerdan que viajar puede ser también una forma de cuidar. Cuidar el entorno, cuidar el tiempo, cuidarnos a nosotros mismos. Por eso en Go for It! los celebramos, los recomendamos y los compartimos.